sábado, 17 de abril de 2010

Lamento mudo

“La ausencia del espíritu queda reflejada en una terrible
falta de alegría, en el lamento mudo del ser humano que
luego busca expresarse a través de frenéticos excesos”
Imre Kertész.

Hace varios años, en La Habana, un grupo de amigos nos reuníamos periódicamente a discutir y analizar la situación que nos había llevado a vivir como vivíamos. Teníamos una idea clara de los valores originales que debían guiar al ser humano, pero dudábamos, porque a nuestro alrededor aquellos valores se hacían añicos. Fue así como aprendimos a pensar, pero sin expresar. Entre nosotros existía la camaradería, y la sinceridad absoluta en cuanto al asunto de nuestros debates, pero una vez que salíamos de nuestro entorno, nos lamentábamos constantemente sin intentar cambiar lo que nos molestaba.

Hace un par de años regresé a La Habana y me encontré con el único de nuestro grupo que aún queda en la isla. Fue y es siempre grato recordar tiempos pasados en los que miles de ideas rebotaban en nuestro cerebro e intentábamos formarnos el mundo idílico que pensábamos nos merecíamos. Él se reprochaba no haber partido también y profesaba hacía nosotros una sana envidia por la vida que llevábamos. Por más que yo intentaba explicarle que mi vida no era demasiado interesante como para ser envidiada, él sacaba a relucir mi modestia como mecanismo de estímulo a su falta de visión. Volvimos entonces a penetrar en acaloradas discusiones sobre nuestra identidad y psicología social.

A diferencia de aquellos años en que nuestro círculo era más numeroso, yo había perdido un poco la habitud de hablar en voz queda por temor a ser escuchado, pero mi amigo a cada rato llamaba mi atención y abanicaba su rostro sin fijar sus ojos en los míos. Me costó bastante adoptar nuevamente aquella aptitud, porque la había perdido en el curso de los últimos años. Volví a convertirme, al menos por unas semanas, en aquel ciudadano temeroso y precavido que había sido durante mi juventud.

Aquella experiencia aterradora, pues empecé a imaginar que todos querían escuchar lo que pensaba, se tornó insoportable. Me lamentaba en silencio de haber hecho aquel viaje y ser víctima de tan feos recuerdos. Recuerdos similares a los que padezco desde que tenía 9 años y fui obligado por mi colegio de primaria a lanzar huevos y gritar ofensivas consignas a una maestra que había presentado su salida del país. Es difícil describirlo, porque lo sufrí en un silencio absoluto. Jamás logré perdonarme aquello a pesar de que muy poco podía hacer para impedirlo. Mi madre, por miedo a que yo expresase mis verdades y me metiese en problemas, prefirió ignorar el asunto pensando que yo podría olvidarlo.

En estos días duros para mi país millones de mis compatriotas sufren igual, callan como yo callé, porque el sistema, fácilmente, puede destruirte. Es entonces cuando, tristes y sin ilusión, cogen la cabilla, el palo y salen a ofender, golpear y gritar a mujeres indefensas. Ellos reeditan una y otra vez esas odiosas páginas negras que ya nadie podrá borrar jamás de sus entrañas, de nuestra historia.

Felizmente hoy soy padre de un varón de tres años y estoy convencido de que jamás tendrá que vivir lo que su padre no pudo evitar. Su hermano, que ya viene en camino, tampoco experimentará la terrible experiencia. El mundo fuera de Cuba no es perfecto, pero yo me reencontré con aquellos valores que tanto debatimos mis amigos y yo.

viernes, 16 de abril de 2010

Los peregrinos de lo posible

“Sé que es pomposo hablar de misión –no encuentro
la palabra adecuada-, es nuestra vocación, nuestra
llamada al viaje con los seres humanos, a ser siempre
los peregrinos de lo posible”
George Steiner.

Hace varias semanas las agencias de noticias de todo el planeta reportan sobre lo que está sucediendo en Cuba. Huelguistas de hambre, marchas, represión a opositores, atrincheramiento ante la condena mundial de la dictadura, epistolario entre enemigos ideológicos, en fin, que no escampa.
Algunos amigos y conocidos, a sabiendas de que soy cubano, me han preguntado sobre lo que sucede en Cuba y yo respondo que más de lo mismo, con la diferencia de que el régimen ha mostrado claramente que no quiere escuchar a nadie y que poco le importa que pueda pensar el mundo sobre la manera de conducir un país. Para mí no hay sorpresas, estoy habituado y el guión se repite interminablemente. La crueldad y el poco interés en el género humano es casi una premisa de los dirigentes de eso que llaman hace ya más de 50 años: Revolución.
La muerte de Orlando Zapata Tamayo, no ha sido otra cosa que una muerte más, pero el contexto ha cambiado y la dictadura no fue capaz de medir el impacto. ¿Cuántos cubanos han muerto anónimamente de sufrimiento sin atención de ningún tipo? Sin lugar a dudas Zapata mostró un gran coraje y mucha convicción, y es tarea de todos los cubanos que su memoria no se borre. Personalmente, siento por él un gran respeto y no pude contener las lágrimas cuando supe que había muerto. ¿Por qué sufrí con la muerte de Zapata teniendo en cuenta que ni siquiera le conocía? Por la simple razón de que fue capaz de entregar su vida por lo que él consideraba importante, la libertad.
Las Damas de Blanco son otro ejemplo de coraje, valor y todos debemos a ellas una infinita gratitud. Hay que ser muy valiente para salir por las calles de La Habana, y protestar contra el régimen, aunque sea pacíficamente. Ya sabemos que el fanatismo, la poca comprensión del sufrimiento ajeno y la incapacidad de respetar la opinión del otro es algo que el Gobierno ha sembrado en la mente de cada cubano, aunque no todos se han dejado engañar y disienten, pero en silencio. Esas mujeres, expuestas a todo tipo de maltratos y ofensas, se crecen cada vez que salen a la calle y el Gobierno lo sabe, es por eso que ha estrechado su margen de movimiento a determinadas zonas poco pobladas y donde puede controlar fácilmente a todo el que intente pasarse por allí.
Hay una joven cubana que ya me parece conocerla, porque me encuentro su nombre en los lugares donde jamás imaginé, Yoani Sánchez. Sigo su blog religiosamente, pero algunos conocidos que sólo son capaces de pronunciar alguna palabra en español me han preguntado por ella, y se han sorprendido de la claridad con que transmite sus ideas. Ellos no comprenden como un Gobierno puede considerar enemigo a alguien que piense y escriba como lo hace Yoani. Yo tampoco, les respondo, pero es así y la causa no puede ser otra que la intolerancia y la estupidez. Por que el régimen teme que Yoani sea leída por todos los cubanos es algo que no necesita respuesta. Mientras la mayoría de los opositores en Cuba luchan por la liberación de los presos políticos, determinados derechos, ella lo hace por todo. Cada vez que escribe una lanza penetra en el alma mentirosa y vil del Estado Cubano. Yoani se ha convertido en la portavoz de varias generaciones, porque eso de “Generación Y” hace mucho que le queda pequeño.
Yo soy un cubano a punto de cumplir 40 años y a no ser los viejos tíos aferrados a la antigua idea del Batistato, a la lucha mundial del comunismo, con criterios y opiniones generalmente risibles, no conozco una sola persona que apoye al Estado Cubano. Quiénes son entonces los que mantienen ese efectivo sistema de control sobre la sociedad. Deben ser quienes que dijeron a Silvio Rodríguez que parase su epistolario con Carlos Alberto Montaner, porque la verdad es que el trovador estaba quedando en ridículo y muchos comenzaban a preguntarse si aquel gran compositor de canciones y el destinatario de las cartas de Montaner eran la misma persona. Silvio Rodríguez fue un gran escribidor y un mal diputado, nada más. No creo que Montaner piense que pueda ser productivo hacer un proyecto con él.
No quiero terminar sin hacer alusión al título que encabeza todo esto que he escrito. Quiénes son los peregrinos de lo posible, ustedes, todos, Zapata, Yoani, las admirables Damas de Blanco, Fariñas y cada persona, cubano o no, que dedique un solo segundo de su vida a desmontar el mito de esa Revolución que no ha sido otra cosa que involución para el género humano. Es posible, la luz está cada día más cerca, sólo falta la estocada final, y ese régimen caerá estrepitosamente.

Montréal a 16 de abril de 2010

sábado, 28 de noviembre de 2009

Castro Castra

“Tal vez una de las consecuencias más
feas del estado policíaco sea la castración
masiva del pueblo cubano”

Carlos Alberto Montaner.



Castrar, según el diccionario de la lengua española, no es más que capar, es decir, extirpar los órganos genitales, y también quitar a las colmenas panales con miel, dejando los suficientes para que las abejas puedan mantenerse. Pero no siempre el que realiza la castración es capaz de darse cuenta a que punto ha llegado. Miremos a la monarquía de Castro, que aunque no hay reyes y reinas oficiales, sabemos que es algo que se respira en la calle y que cada cubano lleva consigo a cualquier sitio en que se encuentre.

¿Cuáles son los modos en que se aplica la castración? Respuesta difícil, pues afecta a todos los sectores sociales, y se manifiesta de disímiles maneras. Ante todo, y es necesario que reflexionemos sobre esto, cada uno de nosotros contribuimos a la castración, y aunque parezca absurdo, hasta nos auto-castramos.

Nos auto-castramos cuando tomamos lo que no es nuestro, aunque parezca sencillo decirlo. Hay una tendencia a desmoralizarnos y no fuimos capaces de percatarnos de ello cuando se inició este fenómeno. La escasez y la carencia de productos le sirvió al Gobierno para dominarnos y que nos sintamos agradecidos de toda la bondad que nos brinda con lo poco que nos da. ¿Cómo podemos pensar que somos más listos porque nos llevemos un paquete de lápices, o un rollo de papel higiénico? He ahí un serio problema que nos consume el espíritu y nos envilece.

No quiero exagerar la cuestión, pero por más que analizo la forma en que nos conducimos, no logro un minuto de sosiego. Al menos las abejas son más valientes, pues se defienden, aún costándole la vida. Mas nosotros hemos sido despojados del presente y del futuro, y nada hemos sabido hacer para evitarlo. No es posible que sigamos cerrando los ojos y que hablemos a escondidas con amigos o seres queridos, es hora gritar y acabar por desenmascarar a un gobierno que no ha hecho otra cosa que mortificarnos y corrompernos el alma. ¡Basta ya!

Tenemos la experiencia judía, usémosla, aprendamos de una tragedia que costó millones de vidas humanas. Pero no nos quedemos sentados porque la historia no nos lo va a perdonar. Para que seguir manteniendo unos genitales con vitalidad, si tememos por nuestros hijos, y hasta los liquidamos a diario. El miedo nos consume minuto a minuto, y por más que queramos cerrar los ojos, no podemos evitar el sufrimiento y la calamidad. Simulamos en el trabajo, en las escuelas y en cada sitio en que nos encontramos. Por nada es todo ese sacrificio, de eso estamos seguros.

Puede que el policía nos maltrate porque es tan infeliz como nosotros y tal vez debamos quedarnos callados, pero no es esa una actitud valiente. Tenemos que rescatar la confianza y dejar a un lado el “¿que voy a hacer?” Recuperemos la esencia del ser humano, el derecho a quejarse, protestar y disentir, es ese el camino para encontrar nuestra individualidad. No podemos permitir que nos sigan engañando como si fuésemos idiotas o desequilibrados. Quitémosle la máscara a ese gobierno que nos apabulla. No prosigamos con la farsa de creernos que la nación es nuestra, porque tan sólo es de unos pocos y de todos los turistas que vienen a disfrutar lo que se nos niega día a día.

Castro sabe que le tememos, está convencido de que nadie puede amarle. No importa cuanto gritemos su nombre, o cuantas flores le puedan entregar frente a las cámaras de televisión. Nuestros rostros reflejan sufrimiento e inconformidad mientras esperamos conseguir lo necesario para subsistir. ¡El Gobierno es el verdadero contrarrevolucionario! Nos engaña para que asistamos a marchas y reuniones, y luego nos clava la espada por la espalda haciéndonos la vida todavía menos placentera, impidiendo que podamos consumir los productos y bienes que nosotros mismos producimos.

Identifiquémonos con lo cubano. Cuba no es esa Revolución absurda cargada de incomprensibles abstracciones, somos nosotros (castrados o no) y tenemos la obligación histórica de devolverle a nuestra gente seguridad en si mismo. Por tanto: ¡adelante! Pero sin la necesidad de que nuestros niños tengan que cambiar sus lápices por fusiles o cosas por el estilo.